Azul espiritual

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domingo, 22 de agosto de 2010

Una historia para compartir

Quien haya vivido la experiencia no se la olvidará jamás.¿Nunca viviste la maravilla de aquel encuentro único que te sacara de un aislamiento profundo que parecía interminable? Esta historia habla de uno de esos encuentros salvadores que rescatan al alma de la muerte.



ISCARIO NEBUS

Había buscado febrilmente entre los tomos de esa inmensa biblioteca. Tenía la esperanza de no encontrarlo, de que hubiese sido producto de una leyenda popular. Sin embargo, las palabras de aquella mujer de la cola del banco pusieron en alerta su mente.El mal era casi desconocido pero los síntomas que describía se parecían tanto a los suyos que no pudo evitar el temblor. Lo terrible fue que la mujer ni cuenta se dio de su angustia.
Decidió descubrir la verdad.
Luego de pasar inútiles horas en la biblioteca se arrepintió de haber prestado oídos a semejante historia. Ya estaba por abandonar la búsqueda cuando, casi por casualidad, descubrió un viejo libro en un rincón. Lo abrió de a poco. Sus dedos empezaron a recorrer el amarillento índice hasta que lo encontró. “Iscario Nebus”, página 302.
Apoyó el libro sobre la mesa y empezó a leer.
“ Microorganismo parasitario que pulula en el aire, totalmente imperceptible al ojo humano. Al encontrar un medio propicio se introduce en un organismo superior para alojarse en él. Una vez allí, su tamaño comienza a aumentar poco a poco hasta superar los límites del cuerpo recubriéndolo de una burbuja gelatinosa totalmente invisible. La persona afectada queda encerrada en esta cápsula, pudiendo seguir con sus actividades cotidianas pero quedando totalmente impedido de expresar sus emociones.”
Y era verdad. El Iscario no permitía que ninguna emoción, ningún pedido de auxilio pudiera surgir. El individuo afectado se veía condenado a una eterna imagen de bienestar y calma mientras el miedo , la desesperación y el dolor lo ahogaban de a poco. Imposible pedir ayuda . Pero imposible también salvarse solo. La burbuja sólo podía ser destruida por la mirada de alguien que hubiese sufrido el mismo mal y hubiese ,a su vez, sido recuperado por otra antigua víctima. Se producía así una curiosa e insólita cadena silenciosa. La salvación dependía únicamente de un encuentro fortuito y , por qué no, improbable.
Se sentía condenada. Ya no le quedaba mucho tiempo. Por lo que acababa de leer, ya estaba en la última etapa, pues ese día al levantarse había podido oír unos susurros ensordecedores que surgían de sus pies. Lo creyó una alucinación pasajera pero ahora sabía que eran sus propios gritos que, al no encontrar ya espacio en su interior, empezaban a brotar de su cuerpo. Ahora sabía que esos gritos se irían acumulando hasta llenar la burbuja y ahogarla. A partir de ese momento ya sólo sería un espectro feliz.
No pudo resignarse a eso. Tenía que intentar algo. Se le ocurrió entonces buscar un espejo. Quizás su mirada pudiera servir al menos para contrarrestar algunos efectos. Sus ojos, que presentía llorosos, buscaron esa tranquila mirada reflejada en el espejo del baño pero, unos minutos más tarde, notó que era inútil. Nada en su imperturbable imagen cambiaba.
Por algún tiempo, recorría las calles de Buenos Aires durante horas buscando la mirada que pudiera salvarla. Sin embargo, cuando los gritos habían llegado a la altura del cuello, se abandonó a su destino con resignación.
Una mañana quiso salir a despedir el sol. Se paseó por calles arboladas, disfrutando por última vez de esa luz que tanto había amado. Estaba abstraída en su mundo, dejándose llevar por el sueño de la vida, cuando el empujón la tomó de sorpresa.
“ Disculpe, no la vi. ¿Está bien?”
Escuchó esto mientras una mirada profunda se le clavó en los ojos. Sintió que su caparazón crepitaba. Los gritos la vaciaron atropelladamente y el aire le pegó en la cara con tal fuerza que tuvo que apoyarse en la pared para no caer. Todo había sido tan rápido que recién después de un rato se dio cuenta de que era libre. Casi no pudo creer cuando alguien vino a preguntarle qué le pasaba tratando de consolarla.
A partir de ese momento, todo le parecía milagroso. Disfrutó de cada pena percibida.. Dejó que todos sus sentimientos se mostraran desaforada e impúdicamente.
Ahora, habituada a la vida, seguía recorriendo la ciudad. Había decidido prestar su mirada a todos cuanto la rodeaban. Pues entre tantos espectros, quizás aún hubiera alguien a quien pudiera servirle para explotar en gritos de libertad.



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2 comentarios:

  1. Qué buen relato!
    Podemos ir viendo qué sacar de cada reflexión!
    me alegra compartir esta especie de burbuja de a tres!

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  2. Este relato es de una que dice que no tiene textos para hacer un libro con ellos... supongo al salir de la burbuja se daría cuente de que sí.
    Hoy en día el Iscarius es una pandemia.

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